01 febrero 2008

Lecturas

Estoy leyendo un libro que no me gusta nada,
no sé por qué lo leo.
Para qué leer algo que te hace sufrir, es de Almudena Grandes y lleva en la mesilla varios meses. Cada vez que aparece cualquier otro libro lo abandono y después (como ahora) lo retomo cuando no hay nada mejor. Si el libro me ha gustado, le dedico unos minutos de silencio, si me ha encantado (como Cien años de soledad, que lo he releído, recién terminé hace dos días, como no tengo memoria, me llevo unos disgustos...) si me ha encantado, digo, le dedico una noche entera de luto sin leer.
Y esta tarde volví a Almudena Grandes y su último (creo) libro del que no recuerdo el título, y es tan denso, tan genealógico, tan histórico, tan novelesco, tal lío, que sufro en cada página y sigo leyendo sin retener los nombres de los personajes en la memoria.
Esta mañana fui al dentista y aprovechando el viaje a la gran ciudad ( Sangüesa, 5.000 habitantes) compré un par de libros de bolsillo. Si no me gustan lo suficiente, los dejo en el camping para que alguien pase un rato de lluvia entre letras. Así que no sé si lo hago por los clientes, o para que se jodan (- yo me lo he tragado, pues ahora os váis a enterar).
El caso es que, entre el traslado al bungalow y lo mala que soy comprando libros ( eso sí, me los leo todos, me guste o no) hay una colección en el camping (aunque merma porque alguno se los llevan) y claro, una no sabe qué recomendar. Eso sí, para dormir, todos son buenos.

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