13 junio 2006

Bilbao

Nos juntamos todas, por fin, hacía años. La excusa fue la boda de nuestra mejor vendedora de viajes. Llegó radiante vestida de sonrisas, tranquilidad y naturalidad.
Mi sordera (espero que pasajera) me limitó en las conversaciones de grupo, así que opté por el mano a mano. Lo bueno de la distancia, de carecer del día a día que compartí con la mayoría desde la infancia, es ver la evolución de todas y cada una.
"La capital del mundo", como bien la nombró el tío de la novia, está cada día más elegante. Los bilbainos también. Y cada vez que voy, me cuesta más volver a estas montañas.
Compartí varios momentos con mamá osa, mamá osa la portuguesa y mamá osa la sinuosa. Los ratos de coche con las tres suelen ser los momentos en que más echo de menos una grabadora, así que los intento retener en la memoria y luego los saco a ratillos, me dan energía.
Recuerdo esta semana ya pasada mientras vuelvo al trabajo. Me da pereza pensar cuándo volveré, pero volveré.

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